Imagínate que no pudieras desconectar de tu trabajo, que siempre estuvieras pensando en él, en la casa, en tus hijos, en los problemas que surgen, etc. ¿Eso sería vida? Si, lo sería, pero una vida infeliz en la que, aunque encuentras pequeños alicientes en la vida, éstos suelen ser pequeños y pasajeros, cubiertos por otros mayores (y negativos).
La felicidad se logra conseguir viviendo feliz pero, para ello, debemos saber qué es lo importante, qué nos gusta, qué no, y, sobre todo, parar ese tren que llevamos y relajarnos.
Una persona no puede estar siempre en alerta ante cualquier desafio porque necesita relajarse y tomarse tiempo para sí misma. Necesita que su cuerpo descanse (y no te hablamos en estos momentos del sueño o de dormir lo suficiente), necesita un tipo de relajación que no se puede tener con el descanso sino que va más allá.
Un ejemplo, ¿alguna vez te has tumbado en la cama, aunque no tuvieras sueños, y han pasado los minutos y, aunque no pensabas en nada ni hacías nada, te has sentido mejor al levantarte? Eso es la relajación, el poder desconectar de todos y de todo y conseguir una armonía plena.
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